Ética y creencia ficticia sobre la inmigración


(Artículo de José Luis Ferrer sj – Sobanet, 4 de abril de 2019)

El papa Francisco, desde su primera aparición en el balcón del vaticano, no ha dejado de sorprenderme agradablemente en su estilo “no formal” de presentarse ante sus interlocutores, de rango y condición que sean. La personificación pública del Vicario de Cristo ha operado, indiscutiblemente, una transmutación vertiginosa en el corto período de vida de mi generación septuagenaria. ¡Qué salto evolutivo tan impactante desde aquella figura hierática e imponente del papa Pacelli, a la figura líquida et interactiva que desprende el papa Bergoglio! Un hito de ese muestrario evolutivo del personaje papal ha sido, ciertamente, la entrevista impactante concedida recientemente por Francisco al periodista del programa Salvados de la Sexta, Jordi Évole, identificado como progresista, que ha conseguido escenificarlo y rentabilizarlo magistralmente a fines mediáticos.

He seguido con sumo interés, por Google, esa entrevista a Francisco desde el orfanato de la Maison des Enfants de Sobanet, en Guinea Conakry, donde resido desde hace más de un año, encargado de animar y coordinar este amplio complejo educativo, obra de los Jesuitas. Según he leído en la prensa, el tema central de esa entrevista al papa debía ceñirse al fenómeno dramático de la inmigración masiva que desborda a Europa, aunque las preguntas del periodista sobrevolaron finalmente otros debates de orden legislativo cruciales en la actualidad en nuestras sociedades en relación a la homosexualidad, al aborto, a la pobreza en el mundo y, ¿cómo no?, sobre el escándalo de los religiosos pederastas y la reforma anunciada en el seno de las instituciones vaticanas…

Frente al drama de la emigración, el papa Francisco, seguidor de Jesucristo, de entrada se pronuncia, desde un enfoque ético, por una acogida sin paliativos de los emigrantes que llegan a las puertas de Europa. El Evangelio nos apremia, ciertamente, a dar cobijo y asistencia humanitaria a esas personas que fuerzan el traspaso de nuestras fronteras, sus cuerpos marcados por el sufrimiento, la desprotección y el maltrato que han endurado durante el camino. Sí, dice el papa, hemos de acogerlos sin consideración de origen, de su razón de emigrar, de sus expectativas. La fe en el Dios de Jesucristo, se practica y se verifica en un amor incondicional a todos los seres humanos, incluso si es tu enemigo, si te quiere mal o te persigue. Con esa fe, es comprensible que Francisco se confiara a los periodistas que le entrevistaron en el avión papal a su regreso de Marruecos, diciendo que “lloró al ver una concertina como las de la valla de Ceuta y Melilla”. El posicionamiento ético de Francisco en este caso es límpido e indiscutible y nos invita, por coherencia con nuestra fe en Dios, a acoger con benevolencia, buen trato y acogida generosa al inmigrante. No pidamos pues peras al olmo.

Pero otras declaraciones del papa sobre la crisis migratoria han sido peor recibidas por la clase política española y por una gran parte de la ciudadanía, particularmente cuando en un momento de la entrevista critica la “crueldad” de los europeos que cierran sus puertos a los emigrantes, abandonándoles a su triste suerte en el mediterráneo; o cuando dijo a periodistas en el avión de vuelta de su viaje a Marruecos que “los constructores de muros acabarán siendo prisioneros de los muros que levantan”. La polémica estaba servida, pues como dice el refrán: a rio revuelto, fortuna de pescadores.

Cierto, una muy controvertida polémica sobre la inmigración africana a la fronteras de Europa, a la víspera de unas elecciones generales, puede resultar muy rentable a los políticos españoles en su caza a los votantes dóciles. Como era de esperar por su talante y su ideario político, el presidente de Vox, declarado católico y practicante, ha entrado como un lince en esta polémica. Y lo ha hecho amparándose hábilmente en el cardenal Guineano (Guinea Conakry) Robert Sarah, del pueblo de Ourous, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, precedente arzobispo de la archidiócesis de Conakry. Relevante dignitario en el vaticano, Robert Sarah, es conocido por sus pronunciamientos críticos sobre la inmigración africana a Europa y por sus propuestas para afrontarla y remediarla, discordantes con las declaraciones de Francisco. No vamos a descalificar por eso a Santiago Abacal, ya lo dice el refranero: cada oveja con su pareja; y Dios reconocerá a los suyos.

Personalmente, creo que esta polémica sobre la crisis migratoria ni se dirime ni se resolverá con sólo pronunciamientos éticos, por muy transcendentales, universales y emocionales que se consideren. La ética promueve practicar comportamientos individuales y colectivos inspirados desde la fe en Dios, lo que abre un horizonte de sentido a la vida de los seres humanos y favorece la buena praxis en las relaciones humanas. Y el obstáculo par la resolución del problema de la inmigración reside en las “creencias ficticias” dispares, intersubjetivas, sin soporte en la realidad, que nos proponen en torno al relato de la inmigración, y a las que adherimos con docilidad, hackeados por la propia ignorancia de la realidad, la manipulación social y el engaño de los ideólogos y los poderes fácticos.

Enfin, os cuento y repito, el problema de la inmigración africana, nace en los países de origen, donde hay guerras civiles a profusión, hambre y miseria extrema por doquier, con centenares de miles de jóvenes sin trabajo, con futuro incierto y donde los poderes económicos Europeos, Chinos, Rusos, Brasileños, etc…., con el silencio cómplice de los gobiernos de esos países, con la corrupción de quienes detentan el poder de los países africanos y con implicación de mafias criminales, están esquilmando las riquezas naturales impresionantes del continente Africano. Esa es la realidad que nadie acepta ni asume, ni en conciencia ni de facto, para remediar esta escandalosa situación. Pues la inmensa mayoría de población africana sólo beneficia de las migajas de esa riqueza, sin Impacto para la mejora de sus condiciones de vida y sus derechos humanos tan mentados. ¡Ya basta de tanta lágrima de cocodrilo frente al drama de la inmigración! Y quienes tienen el poder en el mundo de remediarlo se remonten las mangas de su camisa y se apliquen, con los instrumentos de la ingeniería social y económica, el único medio eficaz de que disponemos los humanos, para resolverlo. Así debe ser, “a Dios rezando y con el mazo dando”.